No me canso de mirar los cirros
que ahogan el escaso brillo de una luna ténue
Nubes negras, embusteras perras
En pendencia tosca, constante y perenne
Glaciales nubes, infelices putas,
que me evocan tantos que conozco diario
Serpentillas vanas, vulgares y fatuas
Se dan en oficinas y hasta en el rosario
Alimañas grandes, pequeñas o enhiestas
Y que se alimentan de la dicha ajena
Infelices lerdos, dueños de inmundicia
Como los corucos en una alacena
Vidas frágiles y sin sentido
Que envidian todo lo que les rodea
Que les duele todo hasta lo que no tragan
Cuyo aliento evoca a hasta la tifoidea
Yo rodeado a diario por estos engendros
debo hacer camino y dominar mi vientre
Ignorarlos mientras no me den ponzoña
Y si la destilan conferir su muerte.
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